25/04/2024

Fui, vi y escribí: Ligeros de equipaje

Fuente: telam

¿Cómo despojarse de lo superfluo y no acumular ni cargar de más? Vivir con lo indispensable, de eso se trata. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

Wim Wenders habla sobre "Perfect Days" y la era de la abundancia./>

Wim Wenders habla sobre "Perfect Days" y la era de la abundancia.

(Me gusta cómo Hirayama, el personaje protagonizado por el actor japonés Koji Yakusho, toma cada noche un libro de un estante pequeño de su departamento mínimo y lee unas frases hasta que le llega el sueño en la colchoneta en la que duerme. Me gusta cómo introduce cada casette con su música favorita en el dispositivo de su auto cada vez que emprende un viaje o cómo busca con su Olympus analógica la luz entre los árboles cada mediodía, cuando descansa de su trabajo, que consiste en limpiar baños públicos en Tokio).

Por ciertas cosas que se ven en la película —la llegada de su sobrina, la aparición fugaz de su hermana con chofer— advertimos que Hirayama no vivió siempre así, de esa manera austera; la satisfacción obsesiva con la que realiza a diario su tarea y también las tareas de su casa y la sonrisa abierta con la que saluda al cielo todas las mañanas lo confirman.

Tráiler Win Wenders 'Perfect Days'

Leo a Wenders en una entrevista en la que dice que “nuestras sociedades se caracterizan por la abundancia. Es una especie de enfermedad que se ha transmitido a nuestros genes, de modo que, a menudo, pretendemos tener más de lo que realmente necesitamos, ya sea cultural o materialmente. Como resultado, hoy en día es más difícil encontrar personas que conscientemente quieran prescindir de lo superfluo”.

En esa misma charla, menciona algo sobre un familiar suyo que hace tiempo practica el desprendimiento de lo que no es vital y señala que “ahora es una de las personas más felices porque ha perseguido constantemente el minimalismo y la reducción como filosofía de vida”.

También elogia el modo en que muchos de los más jóvenes apenas se conforman con lo que cabe en una valija pequeña, como la de mi amiga María Fernanda. “Es algo muy positivo”, asegura, “muestra un posible camino hacia un futuro en el que no todo el mundo aspire a poseer demasiado”.

Lo que piensa y dice Wenders me ilusiona. El país y el mundo en el que vivo me llevan a desconfiar profundamente de sus expectativas.

Una
Una escena de "Hermano Sol, hermana Luna" (1972), de Franco Zefirelli. La película cuenta la historia de San Francisco y Santa Clara de Asís.

Lana y San Francisco

Mi hija está conmigo en Atenas, escucha acá, al lado mío, el tema Old Money de Lana del Rey y vuelvo a pensar que ese tema me recuerda a otro. Buceo en Google y, efectivamente, los acordes del comienzo homenajean al Tema de amor de Romeo y Julieta (1968) de Franco Zefirelli, compuesto por el gran Nino Rota.

Yo era chiquita cuando se estrenó esa película, la vi más tarde. La que sí vi en su momento, o poco tiempo después, fue Hermano Sol, hermana Luna (1972) en la que el cineasta italiano recrea la historia de San Francisco y Santa Clara de Asís, una historia poco familiar por mi origen judío pero que me impactó por la estética (hoy posiblemente la vería algo vulgar, pero entonces me resultaba pura emoción).

Fue tan fuerte esa película para mí con la figura de San Francisco de Asís, el chico rico que se deshace de sus bienes para acompañar a los pobres. Me resultó conmovedora. En ese tiempo, en todo el mundo muchos chicos ricos o sin necesidades económicas pensaban —algunos con violencia— en cómo diseñar un mundo que incluyera a los que menos tenían.

Trailer de "Hermano Sol, hermana Luna", de Zeffirelli.

Escuchar la canción de Donovan es siempre una flecha en el tiempo hacia mi infancia y la ilusión. No creo que haya habido nadie de mi generación que no quedara subyugado por ese film. Resulta siempre alucinante ver cómo un joven rico se desentiende de su herencia (“se vuelve loco”) y se va con los que menos tienen.

Ya era una joven adulta cuando una tarde, mientras viajaba en el subte, alguien me dejó sobre la falda una suerte de estampita grande, cuadrada, con la imagen del santo con la coronilla rapada —se llama tonsura— y su famosa oración. En abierta contradicción con mi origen, llevé esa estampita conmigo por años en la cartera. Hasta que se perdió o se rompió, no recuerdo.

No soy religiosa, no soy católica, no creo en Dios ni venero a los santos. Soy hija de la Guerra Fría, de la universidad pública y de la democracia de Alfonsín. Los años me quitaron ilusión y me dieron cinismo a cambio, pero aún me emocionan los hombres y las mujeres que se entregan profundamente a los demás.

Seguro la conocés, pero ahora que volví a leer la oración de San Francisco me di cuenta de que hace mucho tiempo que nadie hace una convocatoria a la paz con esa convicción y ese vigor ni se vuelca a lo espiritual y a lo colectivo por encima de lo individual y lo material como en esa historia. Así que elijo reproducirla:

Señor, haz de mí un instrumento de paz.

Que allí donde haya odio, ponga yo amor;

donde haya ofensa, ponga yo perdón;

donde haya discordia, ponga yo unión;

donde haya error, ponga yo verdad;

donde haya duda, ponga yo fe;

donde haya desesperación, ponga yo esperanza;

donde haya tinieblas, ponga yo luz;

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto

ser consolado como consolar;

ser comprendido, como comprender;

ser amado, como amar.

Porque dando es como se recibe;

olvidando, como se encuentra;

perdonando, como se es perdonado;

muriendo, como se resucita a la vida eterna.

En
En "Alemania", Lola, la protagonista, está obsesionada con un viaje de intercambio que le permitirá salir de su casa y de sus miedos.

Lola y un peso que no cede

Lola (Maite Aguilar) está cursando la secundaria en los años 90. Tiene 16 años, va a una escuela privada, comienza a tener sus primeros contactos amorosos y su atención está puesta en un viaje de intercambio a Alemania al que desesperadamente quiere ir. Es un viaje que cuesta plata (a sus padres de clase media golpeada no les sobra) y debe varias materias previas que ponen en riesgo su sueño. Tiene, además, una hermana mayor, Juli (Miranda de la Serna), con problemas psiquiátricos severos. La plata familiar se va con ella y su salud mental. Gran parte de la atención de sus padres, también.

Vi Alemania la primera película de María Zanetti y me gustó muchísimo. El casting es un hallazgo, los diálogos son verosímiles y delicados y también es muy tierno el retrato familiar, con esos padres que hacen lo que pueden desde el amor y el respeto por la hija enferma, buscando no desatender los cuidados hacia Lola y el hijo más chiquito.

Me gusta la estética, el color, la música; el video de la fiesta me recuerda a Aftersun, la película autobiográfica de Charlotte Wells, también una infancia con límites económicos vivida en los 90 y, sobrevolando, la depresión, en ese caso de un padre.

No hay nada sobregirado en el tono elegido para narrar la historia de Alemania desde el punto de vista de la adolescente en una época sin celulares ni internet, cuando los más chicos todavía se entretenían entre ellos sin necesidad de pantallas a toda hora.

Lola quiere viajar, necesita crecer y salir de la tensión, del miedo a la oscuridad, del ahogo inquietante que le provoca su hermana mayor con su amor desenfrenado y sus violentos ataques de ira y autoflagelación. Lola necesita irse para sentirse ligera.

Trailer de "Alemania", de María Zanetti.

La película tiene raíz autobiográfica. En el final, hay una dedicatoria a Mariano Zanetti (1975-2019), el hermano de la directora cuya historia y padecimiento impulsaron la creación de la película.

Comienza con una escena hermosa en la que Lola, su madre (María Ucedo) y su abuela española están tiradas en una cama, viendo el final de Camila, el clásico de María Luisa Bemberg. Se las ve en silencio y unidas en la emoción que provoca ver la ejecución de los amantes ordenada por Rosas. La madre y la abuela ya vieron antes y más de una vez la película, posiblemente Lola la está viendo por primera vez.

En otra escena, Lola le pregunta a su abuela que vive sola (una emocionante Vicky Peña), cómo es estar internada. Es que la internación es la amenaza que pende sobre la inestabilidad emocional de Juli. Hay una familia entera volcada amorosamente a una hija que no puede más. Esa abuela parece tener la respuesta, tal vez porque ella misma conoce de qué se trata y cómo se siente vivir así.

“Cuando tu cabeza es un infierno, el amor no alcanza”, le responde la abuela a Lola. Es definitivamente triste saber que no siempre alcanza el amor.

Mientras miraba ese diálogo, recordé a la Perichona, la abuela francesa de Camila O’Gorman, examante de Liniers y, de alguna manera, la mancha social de la familia. En la película de Bemberg, pese al desdén familiar, Camila ama a su abuela, que es una especie de mal augurio para lo que será la conducta de la muchacha, que se enamora de un sacerdote, huye con él y termina frente a un pelotón de fusilamiento aún estando embarazada.

María
María Luisa Bemberg, una de las grandes referentes de la historia del cine argentino

En el film de Bemberg, el personaje de la Perichona fue interpretado por Mona Maris, famosa actriz argentina de los primeros tiempos del cine y compañera de rodaje (¿y algo más?) de Carlos Gardel.

Soy fan de este cine argentino artesanal, pequeño pero enorme en su alcance emocional; soy muy fan de estas historias que tienen que ver con nuestra identidad y que, al mismo tiempo, logran capturar la atención de cualquier persona sensible en cualquier lugar del mundo.

A este cine le están pegando ahora, de este cine nos quieren despojar ahora. No defiendo ninguna gestión del INCAA, no soy experta, no soy especialista en la industria cinematográfica y soy demasiado grande para ignorar que en el Estado puede haber amiguismo, corrupción y discrecionalidad. Pero la solución no es romperlo todo.

Aspiro a un mejor Estado, no a su desaparición. Quiero una mejor educación pública, no su eliminación. Quiero un Estado que estimule las industrias culturales que nos dan identidad y generan trabajo, prestigio e ingresos.

El oxímoron está en el poder: en este momento están a cargo del Estado personas que lo odian, lo descalifican y creen que es ahí, en el Estado, donde se encuentra la raíz de los males que nos acechan.

No podría pensar más distinto.

Una
Una imagen de la multitudinaria marcha en contra de los recortes presupuestarios a las universidades públicas del martes 22 de abril.

Serrat y Machado

La primera vez que escuché la imagen “ligero de equipaje” —título de este envío— fue en la voz de Serrat cantando Retrato, su versión musical del poema de Antonio Machado, aquel que comienza con “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”.

Un poema cuyos últimos versos dicen así:

“Y al cabo, nada os debo; me debéis cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansión que habito,

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último viaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,

me encontraréis a bordo ligero de equipaje,

casi desnudo, como los hijos de la mar”.

Una
Una vista en el atardecer, cerca de la Acrópolis, en Atenas. (REUTERS/Louisa Gouliamaki)

Me quedan pocos días acá, en Grecia. Me quedan pocos días con amores a los que voy a volver a ver quién sabe cuándo. Así vivimos los padres que tenemos hijos y nietos afuera, con el cordón de la distancia de rescate que acuñó Samanta Schweblin más virtual que nunca. Mirando el celular en la madrugada por si mi hijo mandó algún mensaje en su mañana activa, para no perder su entusiasmo, ese impulso que lo llevó a escribirnos.

A partir de ahora, la búsqueda diaria será la de una nueva foto o un nuevo video de Miriam, mi nieta, la que pude conocer enseguida, la que no crecerá cerca de mí. La que de ahora en más me verá en persona pocas veces pero muy intensas. La que posiblemente me hablará por primera vez por videollamada. La que sabrá que, aún a la distancia, la amo como a nadie.

Me queda contarte mi ascenso a la Acrópolis, la emoción del Partenón y el cielo más azul que vi en mi vida en compañía de mi hija, mi guía. (Desde ayer, en cambio, el cielo es naranja a causa de la llegada de polvo del Sahara). También te debo mi viaje de un día en ferry a Hydra, la isla griega en la que en los 60 vivió Leonard Cohen y el viaje en micro a Delfos, ya sin oráculo. Será en otra ocasión, tal vez pronto. Tal vez, no.

La semana próxima, cuando te escriba, ya voy a estar en tránsito hacia Buenos Aires. Sé que voy a estar pensando en cómo suprimir lo material que parece indispensable pero no lo es. No me convertí en Marie Kondo, nada más lejos de mí que ese eficientismo en el orden. Lo que me entusiasma es la idea de desprenderme sin culpa, de vivir sin fantasmas que presionan desde un pasado que no va a volver.

Juli
Juli (Miranda de la Serna) es la hermana mayor de Lola, la protagonista de "Alemania" y pelea con una enfermedad psiquiátrica.

Las imágenes de este envío son de las personas y las películas mencionadas y de una obra del artista Mohamed Hafez. Los newsletters de Irene Caselli y Nacho Pereyra son The First 1.000 Days y Recalculando.

Muchas gracias por tantos correos amorosos, inteligentes y sensibles. Voy respondiendo de a poco y también me voy liberando. Te recuerdo mi mail: es [email protected].

Te deseo una muy buena semana y desde acá celebro que tanta gente haya llenado las calles con comportamiento ejemplar en contra del recorte de fondos y para resguardar la universidad pública, una de las mejores cosas que tenemos los argentinos.

Hasta la próxima.

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